Sembradores de vida
Por Carlos García Torín
La
nave plateada descendió lentamente sobre el suelo posándose sin ningún estrepito,
había sido un viaje muy largo desde la lejana estrella que miles de años
después los habitantes de aquel mundo llamarían impropiamente Alpha Centauri.
Si más tarde uno de nuestros habitantes hubiera presenciado la conversación de
los tripulantes para poder entender de qué hablaban tendrían necesariamente que
haberle interpretado antes, pero era imposible, unos 25mil años de este mismo
mundo separaban a estos visitantes en el tiempo, espacio de cualquiera en
nuestro entorno. Aun así, la conversación interpretada pudo haberse escuchado
así:
—
17 horas de viaje le dejan a cualquiera las alas cansadas…—mientras se
masajeaba los hombros y el cuello.
—
¿la derecha o la izquierda? ¿Cuál de las cuatro? Oh, No importa, te daré un
analgésico para ambos lados cuando volvamos. Por ahora dejemos a la pareja
aquí, terminemos esta misión y vayamos a comer “cerveza” (algo intraducible que
solo en la fermentación se parece a nuestra cerveza, pero que en lo demás tenía
por ingredientes activos: luz ultravioleta, una especie de hongo, coliflor
dulce y mucho, mucho silicio).
Traían
con ellos dos animales atados por una correa cada uno, macho y hembra en edad
juvenil que nunca habían procreado ni se habían juntado con ningún otro ser
pero cuya fertilidad estaba más que estudiada y aprobada. Parecían lobos, pero
grandes, más robustos y sólidos, como modelos arquetípicos de lo que estos
caninos iban a ser en un futuro por los bosques de Europa.
—
¿estás seguro que procrearán? Habría sido más fácil esperar a confirmar sus rituales
en el laboratorio y traerlos ya enlazados el uno con el otro. Se llevan bien,
lo admito, pero cuando los veo pienso que algo les falta… en todo el viaje ni
siquiera se olieron el uno al otro, eso no es normal, en los ensayos es casi
indispensable al menos ese nivel de reconocimiento social.
—
¿crees que se dan por sentado? ¿Qué se aceptan automáticamente y no necesitan
esos rituales? Tal vez haya que inducirles una etapa fuerte de celo.
—
creo que se aburren… que no se gustan.
—o
más bien se gustan, pero solo eso. Necesitan todavía otra motivación más
fuerte.
El
uno, el macho, era un animal imponente de pelaje negro y mirada turbia, tiraba
de la cuerda impaciente por explorar sin prestar a su compañera ninguna
atención. La hembra venía detrás, tenía un pelaje castaño oscuro y la mancha
simpática de dos anteojos sobre su rostro canino, los ojos claros y
melancólicos, también de apariencia recia pero muy elegante y estilizada en sus
líneas.
—
creo que exageras. Hay que darles tiempo… sabes que en el Sistema Centauri el
metabolismo es muy distinto al de este sol. Su reloj biológico necesita
ajustarse…
—
ella no ladró ni una vez por él.
Los
llevaron a pie descendiendo la colina, indecisos sobre el mejor lugar para
dejarlos libres. No es igual elegir un estacionamiento para una nave que un
lugar para dejar libre a dos seres vivos sin experiencia, estaban evaluando sus
opciones cuando decidieron acercarse hasta la arboleda de pinos que estaba a
100 metros del sendero principal. Ya existía vida en este lugar. Desde que
entraron en la Academia pudieron notar que diferentes “becarios” habían
colaborado en la fastidiosa tarea de ir poblando cada sector como actividad
extracurricular. Este sistema solar era pequeño, solitario y de poco interés,
pero pronto podrían hacer cosas más emocionantes y de mayor prestigio como
explorar los volcanes gélidos de “Jinetsa—2089” o tener permisos especiales
para las conferencias de “Celeborn” auditor de rango de la federación en las
minas de biotecnología. Sobre ellos volaba el precursor de las águilas de
nuestra época, y las lunas (si, lunas, porque anteriormente eran 2) brillaban
en toda su verdosidad en el cielo diurno con la cercanía peculiar que tenían en
aquel momento.
—
¿les dejaremos alimentos?
—sabes
que no… ellos necesitan valerse por sí mismos.
—
¿y si no se juntan? ¿Qué pasara si no se aman jamás? ¿Crees que exista la
posibilidad de que estén juntos aunque no descubran el amor? Haz visto culturas
que se estancan así. Sé que todavía no tienen la mente evolucionada para evaluar
esas cosas pero es un asunto inquietante ¿sabes? Aunque no tengan ninguna
cultura me gustaría ver que termina bien si algún día regreso por aquí…
Los
liberaron y esperaron a que fuesen conscientes de su libertad para examinar sus
reacciones. El macho escapó con toda inquietud hacia dentro del bosque meando
en cada árbol que olfateaba con una velocidad asombrosa. Lo observaron orinarse
sobre 14 árboles diferentes antes de que el chorro quedase sin líquido. Aun así
siguió levantando la pata por sobre otros 14 árboles hasta que se les perdió de
vista.
—
Sin duda es posesivo…—dijo uno de los tripulantes levantando una aleta sobre su
único ojo para ver si todavía lo divisaba. Se perdió.
La
hembra sin embargo fue más prudente. Ante la emoción de sentirse libre de la
correa tuvo impulso de partir pero se detuvo a olfatear las piedras, la hierba,
a restregar las patas contra una flor de diente de león (de todo normal pero
totalmente nueva para ella). Los tripulantes anotaban en su cuaderno de luz la
observación positiva de que disfrutaba el nuevo mundo con mucha atención. La
siguieron andando hasta el riachuelo donde instintivamente inclinó la cabeza
para beber agua. Mientras lo hizo notaron que detrás de ella otro animal la
observaba con admiración.
—Mira
eso…—hizo el tripulante una señal silenciosa a su compañero susurrando—es un
canino de los primeros que trajeron. Es un poco más pequeño pero se reconoce como
de la misma familia. No deja de verla a ella…
—
¿crees que la atacará? Sería una muy mala suerte si eso pasa, le daría muy mala
impresión a la recién llegada.
—
¿Qué estás diciendo? ¿No estás viendo sus ojos marrones? No te leíste el manual
de expresión áurica canina ¿verdad?
—
la verdad es que no… preferí limpiar los reactores y dormí 4 días antes de
venir.
—bueno…
te lo voy a explicar. La inclinación de su cara y la expresión de su mirada
denota genuino interés y curiosidad, pero si además de esto sumas la
interpretación de la vibración cromática de su aura aunque sean creaturas sin
lenguaje articulado puedes aprender mucho de su universo
mental—emocional—psíquico.
—bueno…
me leí el de los caracoles. Pero adelante… explícame las ideas de este amiguito
necio que apareció de la nada.
—bueno.
Evidentemente este espécimen quiere tener algo con ella.
—imposible.
Aunque sean de la misma familia. No la conoce.
—
koi no yokan (esta expresión todavía perduraría en nuestros días en el lenguaje
japonés sin ningún cambio de sus fonemas o sintagmas, siendo intraducible para
otras lenguas, e ignorándose como se conservó o llegó ahí, pero el tripulante
la usó con toda naturalidad) Pues, él está seguro… sabe que no la conoce, pero
la ve a través de las posibilidades, y aunque parece consciente de que tiene
muy pocas le basta con la que puede reconocer mientras la mira a ella.
—
¿estás diciendo que ese simple y básico animal puede ver el reino de lo
inmanifiesto? Eso es inaudito y absurdo… se necesitan edades de madurez espiritual
y evolutiva para poder siquiera considerar ese reino. Mucho más para pensar que
puedes traer algo de allí al mundo manifiesto. Aunque… ¡Aunque sea la mecánica
de todas las cosas existentes! esta forma de vida básica no tiene posibilidad
de…
—shhh…—
silenció el tripulante con su ala pequeña derecha.
La
hembra levantó el rostro del agua y puso su mirada en el canino de los
arbustos. Este instintivamente alzó las orejas triangulares e hizo un gesto de
juego y alegría con las fauces que nunca antes se había visto en la especie.
Ella ladró, una vez, dos veces, el animal le devolvió el ladrido y salió de las
hojas. Era de pelaje marrón y vinotinto, solo un poco más pequeño y más delgado
que lo que sería en contraste la especie de ella y con ojos almendrados.
Empezaron a juguetear corriendo en el borde del rio con la misma expresión y
luego ella se fue mucho más velozmente que él, que se quedó impresionado por su
ímpetu, pero luego reaccionó y la siguió a su propio paso.
—
ella sabe que el canino pequeño está feliz por ella. Esto puede ser un problema
para la especie, para la pareja que trajimos, pero tenemos prohibido
intervenir. Las creaturas deben ser dueñas de su propio destino.
Regresaron
por el sendero ascendiendo la colina mientras anotaban en sus cuadernos de luz
algunas notas relativas a las nuevas expresiones.
—parece
que la sola idea de ese canino trivial trastornó el universo de nuestra misión.
Eso me irrita un poco, no me gusta salirme de lo planeado.
—
en realidad produjo un cambio en el universo de ella. Le transformó el día en
una experiencia nueva e inusual. Pero, bueno, cuando deseas algo con todas tus
fuerzas “algo” tiene que moverse en alguna parte. Aunque seas un pequeño
pulgoso.
Llegaron
a la nave, se tronaron los huesos de las alas (las 4), solicitaron al piloto
automático que descansara para ellos poder conducir de regreso la primera parte
del viaje, se ajustaron los cinturones con mucha precisión. El tripulante
irritado todavía estaba por decidirse a intervenir. Tenía en otro traje su arma
de psicoembotamiento, podía fácilmente quitarse el cinturón tomar el arma y
salir a buscar al entrometido peludo, no le mataría pero lo dejaría tan lelo
que podría fácilmente transportarlo lejos a una distancia prudencial para que
no interfiriera. Terminó de abrocharse la última correa repasando estas ideas y
mirando su traje colgado a fácil alcance.
—el
amor siempre es un asunto de fe— dijo el otro.
Ante esa declaración el primero no pudo sino guardarse sus palabras, encender la nave sintiéndose satisfecho y volver al cielo.
Fotografía Original de Shelby Waltz
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