El zorro y las uvas

Cuando el Capitán Zieg fue encomendado por el tirano Rey de Sílice, a conquistar para él los secretos encantados del Bosque de Dad-Sloé, se hizo porque hasta cierto punto, aquel cretino gobernante confiaba en la intuición natural de este guerrero. Sin embargo, tal y cómo reconocen los pocos lugareños de aquella región, sin importar que tan sabio y astuto sea el que venga con intención de apropiarse de aquellos arcanos secretos, los verdaderos dueños de aquel lugar siempre estarían al tanto de lo que sucede, y encontrarían la forma, no solo de librarse de los necios, sino de burlarse de aquellos tentativas de control. Había que vivir con respeto de lo sagrado en aquel rincón de la naturaleza. Así fue como se hizo conocida por todos, la anécdota. Llegaron apenas un día por la mañana, y establecieron un campamento mientras el sol les sucedía. Los aldeanos, gente humilde, poca y sumisa, les sirvieron lo mejor que podían pero sin tener demasiada fe en ellos. Por suerte, aquella vez solo hab...