Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como ficcion

Página en blanco

Imagen
— Ninguna pluma, ni siquiera la de un ángel, puede describir la verdad que sólo puede conocerse en la tarea de descender paciente y valientemente hasta el santuario de tu propio corazón. — Dijo el mago, sentado tranquilamente conversando con su sombra, con la ventana de la biblioteca mirando al mar, a la montaña del capricornio. — ¿Le amas? — preguntó el zorro familiar, la sombra amigo, que reposaba sobre un estante. — Si... — Tu recompensa es la nada.— y como si la sombra misma no soportara el peso de sus propias palabras, se enrolló sobre si, y se durmió. El mago miró la página en blanco delante de él. Ciertamente, era un espacio vacío e incómodo. La limpidéz de aquel papel era ilusoria puesto que a sus ojos de mago no se ocultaba el hecho de ser una oquedad profunda y cruel, el retrato de la desconexión del alma, un agujero negro que se traga toda la luz. Era la vacuidad enmarcada en cuatro esquinas, era el silencio, era el rechazo, era la indiferencia, era el otro lado. El lugar do...

La iniciación de Dakarai

Imagen
Claro, aquí tienes el cuento corregido, con una descripción de los cambios realizados al final: —Los ogros son una raza salvaje de Arthe. Existen más allá de tierras como esta, en forma de pequeñas tribus bárbaras. Algunos son un poco más listos que los que acabas de ver. Pero son tan competitivos entre ellos mismos que les falta visión para ser una sociedad —dicho esto, el oficial se dio la vuelta y se fue a sentar, esperando un informe personal sobre la curiosidad que había levantado en todos. Dakarai se dio cuenta de que los demás lo observaban con interés. Sabían que él había luchado anteriormente con ogros y querían saber más. —Pues… no hay mucho que decir. Son salvajes —dijo, advirtiendo que aquellas miradas le interrogaban—. Se aventuran a empresas tan alocadas como esa porque atesoran partes de su cacería como trofeo. Al parecer, así se mide la grandeza social entre ellos. Al menos entre los machos. Por eso, generalmente viven en zonas peligrosas, porque se precian de estar env...

Wotan y Soraida

Imagen
  Hace muchos, muchísimos siglos atrás, Wotan se encontraba en su palacio Valaskjálf sentado en su trono plateado. Concentrado sobre los nueve mundos intentaba descifrar quienes serían los muertos en batalla que le traerían las valquirias próximamente. Batallas había en todas partes habitualmente. En esta ocasión, se sucedía en tierra de los enanos. Le entró la nostalgia. Él poseía toda la sabiduría y conocimiento de las cosas abiertamente, menos del futuro. El porvenir se le mostraba en destellos proféticos confusos y abstractos. Esto, aunque por un lado era su angustia, por otro era también la protección contra ella, pues con el tiempo, según lo que señalaban sus propias anticipaciones, la mayoría olvidaría que él había sido dios de la poesía, y no solamente de la magia, la guerra, o la sabiduría. Si se hubiera encontrado directamente con esa realidad, haber caído en el olvido como poeta, se sentiría devastado aunque fuese un dios. Así que, al menos en esa época, en todo Midg...

La Muerte de Pilar

Imagen
Érase un día de julio, frío y melancólico. La mirada de los pájaros temblorosos por el invierno resistía despierta desde los árboles raquíticos y las azoteas de los edificios de Atacama, Chile, mientras el sol lejano saludaba el polvo aburrido del desierto. Una tórtola le susurró a un picaflor de la puna: — ¡Mira! ¡Allá va La Muerte! Entrando en ese hospital ¡Ay! ¡Lúgubre Señora! ¡Mejor nos vamos, que soy muy bonito y no quiero ser hoy ave de mal agüero! La Muerte… La Pelona… La Dama Negra… La Segadora… ¡Venía a buscar a Pilar! Se detuvo en medio del pasillo frente al cubil de la enfermera que hacía de recepcionista, y con la cortesía y buena educación que le dejaron los siglos, le preguntó sobre el quirófano y una paciente de vesícula que operarían hoy. La enfermera, una mujer pecosa y con expresión de india estreñida, como la mayoría de los empleados públicos, se pintaba las uñas con despreocupación y se sacaba los mocos con maestría mientras revisaba con el pulgar libre las redes so...

El Cuaderno

Imagen
Las dos niñas jugaban con los tallos de papiro y las huellas de la lluvia mientras comían fresas, en el patio del jardín, y a la hora en la que el sol le brindaba un último estallido luminoso al día que ya terminaba. Allí, bajo el beso sano y el anhelo febril de la luna se divertían, cuando su padre, el Archimago, llegaba nuevamente como todas las tardes desde la Academia. Esta vez, sin embargo, no hubo llamado ni abrazo de parte de él, que se limitó simplemente a detenerse un instante, observarlas, sonreír, y agradecido internamente por la presencia de ellas en su vida se sumergió en la casa en silencio, con su cuaderno de notas sostenido firmemente en el pecho. — Papá eztá tizte… — dijo la más pequeña de las dos, Aleg. — Eso parece… — secundó la mayor, Alej, mientras un sapito se liberaba de sus manos y buscaba refugio debajo de una piedra en los matorrales. Las niñas se quedaron analizando aquello. Era un fenómeno raro de la tarde la mirada ausente del Archimago. — A lo mejor tiene ...