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Guerrera

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Besa el estandarte de tu gozo, guerrera, lucha con ansia por la patria de la gloria. Muerde despacio la firme bandera que te dará el licor de la victoria Arrebata con tu lengua la libertad frente al dulce enemigo que te esclava. De los dos es plácida la oportunidad aunque mi espada te apunte a la cara. Aprovecha la ventaja que gustoso te permito. Mi estrategia es luchar sin mover mis naves contra el filo de tus dientes exquisitos, tu lengua danzarina y labios suaves. ¿Te parece esta batalla una paradoja? de rodillas me vences entregada en lo intenso. Aunque parece que gano, dejo que tú escojas, soy yo quien se rinde en tu cálido silencio. Lame donde ninguna herida nadie me hizo, Libertadora, devora mis tierras conquistando hasta que mi capital se abra Triunfa en la nieve viviente del paraíso. Sorpréndete. Tu puedes, tu boca aplicando derrotarme sin decir una palabra. Carlos Garcia Torín ¿Quieres leer más? Quiero quieres Estaré yo La verdad

A través del mar

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Todo lo que hoy sé no me hizo falta saberlo antes. Te amaba. Me amabas. Eso era todo. Mi colibrí de acero carbónico solo eso, nada más, necesitó. Hoy sin embargo sé: tu no me amas. Yo por allá te amo. Al acero lo desconcierta todo ver el río del querer secarse y aun así alguien que navega. Yo. El mar se traga todo ese árbol secreto de mandarinas. Todo. Las escapadas nocturnas hacia el pasado, el reproche innecesario y la mentira y mientras me abriga la noche recuerdo que en la oscuridad la luz lunar es luz de sol. Ya no te quiero. Esta avecilla de color no se previno del abandono y la fría corrosión, de las maldiciones, o el desprecio, o el olvido. Solo te amó. Por qué. Todavía no sé nos ahogó la sequía del dolor y la falta de oportunidades se extendió. Qué ardiente sol venenoso secó la alegría de los dos. No me quieres y penetro desde el río seco al abismo marino del silencio. Un pez vela me acompaña cadencioso, a estribor, herido en un arpón del desamor. Atrás, rosa de azahar, creo q...

El Cuaderno

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Las dos niñas jugaban con los tallos de papiro y las huellas de la lluvia mientras comían fresas, en el patio del jardín, y a la hora en la que el sol le brindaba un último estallido luminoso al día que ya terminaba. Allí, bajo el beso sano y el anhelo febril de la luna se divertían, cuando su padre, el Archimago, llegaba nuevamente como todas las tardes desde la Academia. Esta vez, sin embargo, no hubo llamado ni abrazo de parte de él, que se limitó simplemente a detenerse un instante, observarlas, sonreír, y agradecido internamente por la presencia de ellas en su vida se sumergió en la casa en silencio, con su cuaderno de notas sostenido firmemente en el pecho. — Papá eztá tizte… — dijo la más pequeña de las dos, Aleg. — Eso parece… — secundó la mayor, Alej, mientras un sapito se liberaba de sus manos y buscaba refugio debajo de una piedra en los matorrales. Las niñas se quedaron analizando aquello. Era un fenómeno raro de la tarde la mirada ausente del Archimago. — A lo mejor tiene ...

Ráfaga de Invierno

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  Por Carlos García Torín Hay una violenta ráfaga de invierno enredada en tu cabello, niña mía. Parece una serpiente enloquecida y celosa, con ojos de zafiro triste, oculta en la espesura de tu cabello negro vigilando el pórtico de cuello.   Fría al tacto. Cuando dices que el amor te fracasó en las manos es más fría, dices que nada te falta, y que estás satisfecha solo tú, tú sola, y la viperina de mármol se acomoda bajo tus rizos descuidados en rebelde ola.   Allí, con exceso de posesiva la maldita se eriza cuando te siembro un beso, parece dar vueltas inquieta sobre tu hombro sin peso, y procura sacarte del cuello la semilla viva que dejó plantado mi beso de locura.   Tiene tiempo habitando sin alquiler ni derecho ese jirón de invierno, que se siente ante mi acercamiento cálido como invasor descubierto por ocupar no solo el pelo, sino la mente, el corazón y el pecho.   Ven que te la quito, y te revistes de nuevo de la tibieza de...