A través del mar



Todo lo que hoy sé

no me hizo falta saberlo antes.

Te amaba. Me amabas. Eso era todo.

Mi colibrí de acero carbónico

solo eso, nada más, necesitó.


Hoy sin embargo sé:

tu no me amas. Yo por allá te amo.

Al acero lo desconcierta todo

ver el río del querer secarse

y aun así alguien que navega. Yo.


El mar se traga todo ese

árbol secreto de mandarinas. Todo.

Las escapadas nocturnas hacia el pasado,

el reproche innecesario y la mentira

y mientras me abriga la noche

recuerdo que en la oscuridad

la luz lunar es luz de sol.


Ya no te quiero.

Esta avecilla de color no se previno

del abandono y la fría corrosión,

de las maldiciones, o el desprecio,

o el olvido. Solo te amó.


Por qué. Todavía no sé

nos ahogó la sequía del dolor

y la falta de oportunidades se extendió.

Qué ardiente sol venenoso

secó la alegría de los dos.


No me quieres

y penetro desde el río seco

al abismo marino del silencio.

Un pez vela me acompaña

cadencioso, a estribor,

herido en un arpón del desamor.


Atrás, rosa de azahar,

creo que pasé la Boca del Dragón.

Mi ruta es incierta, lo admito.

De la China milenaria vengo

y no sé donde estoy.


Telescopio y brújula,

el astrolabio me marca las estrellas,

Polaris me guía desde el cielo,

salgo poco a poco de las aguas

de Oriente. Así voy.


Más no volveré el camino. Así se dio.

Encontraré el continente de la hechicera

y allí por fin descansaré mis velas…


Ahora navego solo y mi alma anhela.

Aunque parece que no encontrase nada

lamenta que aquella ruta se perdió.


Por ti pasaba la Ruta de la Seda.



Carlos García Torín

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