Perros guardianes
Niña, ojos de espejo,
en silencio me sonríes
desde tu encierro,
pero, ea ahí, tu perro
ácido can guerrero,
guardián y fiero,
vigila el umbral
inquieto. Inquieto.
Matando a mis mensajeros,
es la tormenta de ellos.
Pero tú me gustas, niña,
es tu colibrí de sueños
que en tu cárcel de arena,
él se apena y yo me apeno,
y tu lobezno me ladra
por si acaso no te quiero.
Un gran perro dragón
de colmillos de acero
que no duda en morder
si me acerco primero.
Yo le arrojo galletas
con sabor a luceros
pero nunca se rinde
el maligno can viejo.
¿y que pasa linda reina
si de pronto yo te quiero?
¿o si no estás segura
pero quieres saberlo?
¿y si es más que palabras?
¿y si es más que deseo?
Yo también tengo uno
con zarpas de mucho celo,
que olfatea el menosprecio
y el dolor desde lo lejos.
Pero le enseñé a sentarse,
a nunca atacar primero,
a estarse quieto y echado
si encuentro ojos de espejo.
Mi dulce niña entintada,
de tu castillo siniestro,
ven… sal a jugar conmigo,
reguemos luz al invierno,
en mi mano hay un amigo
para vencer los imperios,
en nuestra boca un camino,
un manantial, un rocío,
para curar al desierto.
Soplemos la deslealtad
y que se la lleve el viento.
Atrapemos de verdad
un día bendito del tiempo.
Si no te animas, mujer,
a dar valor al momento,
si solo dejas que el guardia
devore todo el contexto,
lo más que veremos, sol,
en vez de un río de juegos,
por mucho que yo te insista,
será una pelea de perros.
Carlos García Torín
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