Ráfaga de Invierno
Por Carlos García Torín
Hay una violenta ráfaga de invierno enredada en tu cabello,
niña mía.
Parece una serpiente enloquecida y celosa, con ojos de
zafiro triste,
oculta en la espesura de tu cabello negro vigilando el
pórtico de cuello.
Fría al tacto. Cuando dices que el amor te fracasó en las
manos es más fría,
dices que nada te falta, y que estás satisfecha solo tú, tú
sola,
y la viperina de mármol se acomoda bajo tus rizos
descuidados en rebelde ola.
Allí, con exceso de posesiva la maldita se eriza cuando te
siembro un beso,
parece dar vueltas inquieta sobre tu hombro sin peso, y
procura
sacarte del cuello la semilla viva que dejó plantado mi beso
de locura.
Tiene tiempo habitando sin alquiler ni derecho ese jirón de
invierno,
que se siente ante mi acercamiento cálido como invasor
descubierto
por ocupar no solo el pelo, sino la mente, el corazón y el
pecho.
Ven que te la quito, y te revistes de nuevo de la tibieza de
tu cuerpo.
Mal se ve en tu pelo ese malvado suspiro, espectro de
tristeza y recelo.
Y niña mía, lectora, con el fuego de mi mano, ahora,
adornate el cabello de verano.
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