La gitana


 Por Carlos García Torín


La hermosa gitana extendió delante de él 22 cartas boca abajo.

—Arcanos mayores. Si desea salir de la oscuridad, su viaje comienza por descubrir ahora quien es.

Axel miró las cartas frente a él, expuestas en un abanico como si se tratara de un juego, y le hizo pensar en el azar. Siendo así, podía elegir cualquier cosa, sin criterio de propósito en la elección no hay acierto ni desacierto.

—mi querido amigo, nada sucede sin una razón. Tome una con confianza, hasta el azar es parte de las piedras que tapizan del camino, nada importa meditarlo mucho— dijo, como leyendo las dudas de su mente y mirándolo con profundos ojos de ser mitológico. La gitana poseía labios rabiosamente rojos sobre un rostro cálidamente claro, cabello rizado, espeso y oscuro, y voz sensual, áspera y provocativa, pero nada de esto parecía conmover aquel hombre, su capacidad de deseo parecía plegada debajo de su tristeza y desaire.

—no hay propósito en mi camino…

—se equivoca. No es propósito lo que necesita. Usted está lleno de ello, es lo que encuentro delicioso en usted. Lo que debe poder reconocer es el contexto, y no porque no lo tenga, sino porque estás ajeno a ello.

Axel pudo notar que ella comenzaba a tutearle discretamente.

—hablas como un demonio tutelar… suelen dar buenos consejos y son buenos dialogando, pero siempre quieren dirigir donde no se los permito—respondió Axel.

—por favor… solo toma una carta. No descubrirás lo que necesitas sin un paso de fe.

La miró a los ojos un instante. Tomó una. Miró el despliegue de cartas y sin voltear la primera tomo una segunda, una tercera, una cuarta, y así hasta que solo dejó una sola sobre la mesa y en sus manos estaba el resto del conjunto. Se las devolvió juntas con un gesto de amabilidad a la gitana sin tocar la última.

—tenga— le dijo colocándolas sobre sus manos cara arriba— y vea bien lo que está la mesa. Tenga la seguridad de que esa carta que no se movió por ningún motivo, esa que parece terriblemente inútil sin formar parte del paquete al que pertenece, que no se deja ver permaneciendo rebelde y de espaldas, despojada de sentido, y solitaria sobre su mantel. Ese soy yo en este momento.

La gitana se levantó. Se movió despacio acompañada de la caída de su vestido negro y escarlata, y colocando las cartas sobre un estante, sin poder devolverle la mirada se sirvió una copa de oporto. No se molestó en ofrecerle, porque sabía que Axel no se dejaba llevar por el trago tampoco.

—es una etapa de comienzo, seguro que eso que lo sabes bien porque ya has sentido esto antes, aunque no con tanta angustia. Pagarás un precio por avanzar, y tanto ahora como dentro de un tiempo te dolerá más de lo que podrás expresar. Deberías considerar adoptar un tutor. Tener alguien que te aconseje, te proteja y te acompañe.

—¿Quién dice que no?

La gitana sonrió complacida.

—pero… “amor y compromiso” ofrezco y necesito, preciosa amiga, no contigo…

La gitana perdió la sonrisa de inmediato y salió frustrada de allí dejándolo solo. Era un maldito obstinado después de todo.

Una vez que ella se fue, Axel levantó la carta de la mesa y la sostuvo frente a sí mismo, con la copa de oporto que nadie había probado.

Era el arcano del Mago.



Fotografía original de: Cottonbro

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