El Tigre
por : Carlos García Torín ̶ En realidad, la vida es eterna ¿no es así? ̶ preguntó mirando su reflejo en el agua. Su rostro tenía una extraña expresión de fascinación. Los ojos grandes, despiertos y profundos eran dos verdes galaxias, las mejillas blancas como dos bolas de nieve, y la cabeza bien afirmada, embellecida con pinceladas oscuras. Siempre se preguntaba cómo hacía para estar tan limpio, incluso después de empaparse el rostro de sangre, una verdadera mascara de muerte. Parecía limpiarse tanto, y tantas veces que, nunca se detenía demasiado en esos instantes, pero a veces lo hacía. Lo hacía y luego lo olvidaba. ̶ Ciertamente lo es ̶ dijo el profeta, y vio que el tigre, cabizbajo, se sumió en una profunda melancolía. El tigre dejó al profeta en su meditación frente al lago y se retiró. Primero se deslizó rápidamente lejos del rumor acuoso del lago, poco a poco fue dejando los líquenes y nenúfares detrás y volvió de nuevo el camino a ser gala de plantas silvestres, flore