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El Tigre

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 por : Carlos García Torín ̶ En realidad, la vida es eterna ¿no es así? ̶    preguntó mirando su reflejo en el agua. Su rostro tenía una extraña expresión de fascinación. Los ojos grandes, despiertos y profundos eran dos verdes galaxias, las mejillas blancas como dos bolas de nieve, y la cabeza bien afirmada, embellecida con pinceladas oscuras. Siempre se preguntaba cómo hacía para estar tan limpio, incluso después de empaparse el rostro de sangre, una verdadera mascara de muerte. Parecía limpiarse tanto, y tantas veces que, nunca se detenía demasiado en esos instantes, pero a veces lo hacía. Lo hacía y luego lo olvidaba. ̶ Ciertamente lo es ̶ dijo el profeta, y vio que el tigre, cabizbajo, se sumió en una profunda melancolía. El tigre dejó al profeta en su meditación frente al lago y se retiró. Primero se deslizó rápidamente lejos del rumor acuoso del lago, poco a poco fue dejando los líquenes y nenúfares detrás y volvió de nuevo el camino a ser gala de plantas silvestres, flore

Carpe Diem

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Atrapa el día, toma el porvenir disimulado, la emoción, la luz, y la alegría que la prudencia no te ha brindado. Coge lo que no tiene precio, sonríe al valor, y que el valor te sonría su valor elevado. Aunque la luz de sol esté fría descubre que no todo se ha helado. Hay fuego en tu corazón revelado. Pues la fe se ha perdido, está ausente y se ha enfriado, toma pues el día que la Divinidad te ha regalado. Si no hace daño... exprésate intensamente a tí, hasta que el día todo te haya dado. Que no se escape ¡vive! Que la Diosa Fortuna de ti, suertudo, se ha enamorado. Carlos García Torín ¿Quieres leer más? Perros guardianes No calificado Jardín Secreto

Perros guardianes

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  Niña, ojos de espejo, en silencio me sonríes desde tu encierro, pero, ea ahí, tu perro ácido can guerrero, guardián y fiero, vigila el umbral inquieto. Inquieto. Matando a mis mensajeros, es la tormenta de ellos. Pero tú me gustas, niña, es tu colibrí de sueños que en tu cárcel de arena, él se apena y yo me apeno, y tu lobezno me ladra por si acaso no te quiero. Un gran perro dragón de colmillos de acero que no duda en morder si me acerco primero. Yo le arrojo galletas con sabor a luceros pero nunca se rinde el maligno can viejo. ¿y que pasa linda reina si de pronto yo te quiero? ¿o si no estás segura pero quieres saberlo? ¿y si es más que palabras? ¿y si es más que deseo? Yo también tengo uno con zarpas de mucho celo, que olfatea el menosprecio y el dolor desde lo lejos. Pero le enseñé a sentarse, a nunca atacar primero, a estarse quieto y echado si encuentro ojos de espejo. Mi dulce niña entintada, de tu

No calificado

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  Yo no califico. Me fascina el lunar al lado de tu ombligo, en tus manos repica mi aliento y mis pálpitos, y no puedo con la hidra del conmigo. No se beber la savia oscura de las horas ni saltar el tiempo muerto de rendido. Dibujo la línea de tu contorno olvidado, busco en tu enredo el crédito perdido que adquiere mis retazos fragmentados, y no consigo mostrarte lo que miro. No califico todavía. Soy de los que insisten siempre en algo, lanzo mis flechas al suelo, una a otra, hasta que queda hecha la profecía. Aunque nadie entiende lo que hago. Soy de los que no huyen de su sombra sino que la aceptan como compañera y le permito decir sus necedades. No consigo llegar a tiempo con tu nombre, ni darle descanso a tus ansiedades. Yo no califico. Pido ganar una guerra que tal vez no es mía. No es la edad, ni la madurez, ni la distancia, ni las diferencias, ambos vulgares y corrientes, no es fruto del trabajo, apariencias, ni la llave de la casa, ni las redenciones de tristeza y soledades, ni

Página en blanco

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— Ninguna pluma, ni siquiera la de un ángel, puede describir la verdad que sólo puede conocerse en la tarea de descender paciente y valientemente hasta el santuario de tu propio corazón. — Dijo el mago, sentado tranquilamente conversando con su sombra, con la ventana de la biblioteca mirando al mar, a la montaña del capricornio. — ¿Le amas? — preguntó el zorro familiar, la sombra amigo, que reposaba sobre un estante. — Si... — Tu recompensa es la nada.— y como si la sombra misma no soportara el peso de sus propias palabras, se enrolló sobre si, y se durmió. El mago miró la página en blanco delante de él. Ciertamente, era un espacio vacío e incómodo. La limpidéz de aquel papel era ilusoria puesto que a sus ojos de mago no se ocultaba el hecho de ser una oquedad profunda y cruel, el retrato de la desconexión del alma, un agujero negro que se traga toda la luz. Era la vacuidad enmarcada en cuatro esquinas, era el silencio, era el rechazo, era la indiferencia, era el otro lado. El lugar do

Jardín secreto

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Tal vez suceda que me vuelva otro, no lo sé, y al buscarte no me encuentre. No me encuentre. Puede ser que al haberte perdido gota a gota el tiempo me revele de repente quien creo que soy yo o quien seré. Tal vez suceda que me vuelva otro, diferente, ingenuo, triste y loco creeré haber enterrado la llave para siempre de mi amor que una vez beso tu amor. Puede ser que él así crea y al calor de una simple y débil caricia se destroce este pesado candado que utilizo hecho con… No sé… Acero de dolor, acero del dolor y el compromiso. Después de todas las palabras ese amigo, si sucede que soy otro, pienso yo, conquiste al fin el silencio perdido, silencio serio, mortal, liberador, recupere mi piel y mis ojos de este viaje y provea a mi alma otro equipaje de luces, música y color, y querrá matar al petirrojo que te lleve al jardín, al de los dos, y esconder las escaleras de tus ojos y así no trepes los muros de mi amor. Tal vez suceda que me vuelva otro, no lo sé y aquel no tiemble al sostener

Una nube para Susej

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Veloz en un instante de emoción robe del cielo en un descuido un poquito de celeste algodón para hacerte un nuevo amigo. Lo moldee como arcilla blanca y lo coci en el mediodía. Comprueba si te hace falta que esta cálido todavía. Aunque mi amor para ser de ti, ya es de ti y nada más necesito, te obsequio para verte feliz: una nube que parece un conejito. Carlos Garcia Torin ¿Quieres leer más? Pez espada Capricornio Amaltea Voluntario