El mago ensayista

 


A menudo señalo el hecho, y no es más que una opinión íntima y personal, que el ensayo me parece el género literario más difícil de todos. Cada género literario tiene su paradigma, y su idiosincrasia, y plantea diferentes retos al objetivo de expresar por escrito lo que se tiene en el pensamiento. El universo abstracto de la mente humana en letras. Lo digo desde la experiencia personal de haber escrito en los tres enfoques. Para cada uno hay una cierta disposición mental, un cierto estado del alma, del espíritu y de la mente.

Pero el ensayo, quizá en mayor medida que la narrativa o la poesía, es el que más construcción exige. El que requiere de una cuidadosa y delicada revisión y ajuste milimétrico, que a veces no se presenta en otros géneros literarios que pueden reposar la técnica en ser más “espontáneos”. Laurent Gounelle afirmaba, comparando al ensayo con la novelística:

"El ensayo se dirige más a lo mental, mientras que una novela se dirige a la mente y al corazón a un mismo tiempo."

Desde este punto de vista, el ensayo requiere un enfoque intelectual sofisticado. Requiere un cuidadoso orden de ideas (y bien difícil que es a veces ordenar tus propios pensamientos). Pero eso no quiere decir que el ensayo sea solamente un ejercicio mental exhaustivo, falto de espíritu y esencia, como si solamente se tratase de componer un discurso plano, una mera estructura. Tampoco significa que debe estar exento de originalidad, y de valor e intención artística. El ensayo tiene un enfoque intelectual como expresión mediática primordial, pero no puede desvincularse del hecho de que se trata de una expresión humana escrita, y como tal genera literatura, y se puede apreciar. Enrique Serna, escritor mexicano apunta:

"El ensayo es un teatro de la inteligencia donde una mente organizada y lúcida utiliza recursos pedagógicos para hacer reflexionar al lector común y llevarlo de la mano hasta una conclusión que perdería poder persuasivo si fuera presentada de manera abrupta."

A menudo, en la falta de experiencia de este difícil género, las personas malinterpretan este hecho, y lo abordan puramente desde la concepción mental, y el puro manejo metodológico. Entonces el ensayo, suele resultar siendo un pastiche de citas ajenas, intentando vincularse de manera floja y poco homogénea. Deja por fuera el ejercicio íntimo de reflexionar sobre lo escrito, y de aportar conclusiones, y se queda en la mera exposición, o en las preguntas más cardinales. Peor aún, simplemente pone un camino sobre el suelo, y no se preocupa de convertirlo en una ruta gratificante, sino simplemente funcional. Le falta carne, y es puro hueso. Es pura gravilla, y le faltan flores. Muchos ensayos mal logrados son como vestirse bien, y no bañarse. Incapaces de un aroma agradable y de plenitud.

El buen ensayo invita, envuelve, sostiene, brinda y a la vez que es sólido y consistente, como dar tres veces el puño en la mesa, se presenta también como un gesto, el envío de un beso o un saludo con la mano abierta en la distancia.

Virginia Wolf nos comparte:

"Un buen ensayo debe tener esta cualidad permanente; debe bajar su cortina alrededor nuestro, pero debe ser una cortina que nos encierra dentro, no fuera."

Entonces sí. El buen ensayista es como el mago del tarot, que tiene delante de él la mesa dispuesta con todos los componentes del universo, incluyéndose (como el buen mago sabe) a él mismo en la lista de componentes esenciales. Los maneja con gracia y maestría, con voluntad e imaginación, los ordena, los combina, los junta, los separa, los divide, los multiplica, los transforma, los desenvuelve, y genera curiosidad en el proceso. Ante las preguntas, ofrece una respuesta extensa, elegante, llena de colores y matices que renuevan el interés en el tema, a pesar de que lo acaba de atender y resolver.

De ahí también que el ensayo requiera talento, un talento muy similar al musical, que involucra la buena intuición sin prescindir por ello, de base, de una buena compresión de la técnica. En este caso el manejo del discurso. Argumentación y la exposición, son las principales herramientas necesarias, y hay que saber ahondar en su profundidad y sacar los mejor de ambas a lo largo de la producción ensayística. Son habilidades que se pueden desarrollar, y se deberían.

            No solo del cuento, la novela y el poema. Del ensayo puede salir magia.

 

 

Referencias:

·         Enrique Serna, Genealogía de la soberbia intelectual, México, Debolsillo, 2015

·         Gounelle Laurent. Disponible en https://www.frasesypensamientos.com.ar/frases-de-ensayo.html

·         Woolf, Virginia "El lector común" (1925), Free Editorial. Disponible en https://freeditorial.com/es/books

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